miércoles, 26 de noviembre de 2008

paranoia en clase de oficina tecnica

Pueden pasar años, muchos años, pero así y todo no se puede olvidar. Se puede omitir la existencia del individuo, pero no por eso va a dejar de existir; se puede arrancar, pero es imposible esconderse. El pasado persigue, a veces nos pisa los talones y nos da patadas en las canillas, para recordarnos que sigue ahí.

Hay periodos de calma, en que la técnica del camuflaje es exitosa.... hasta que el pasado, que tiene cara de voldemort, aparece de detrás de un poste para asustarnos y llenarnos de remordimiento. Por mucho que no digamos su nombre, sabemos como se llama.

Duele como una aguja en el dedo, como una cortada con papel; dolor profundo, breve, herida honda e invisible.

Pasado, pisado; pero en la suela, quedan los vestigios, y cuesta limpiarlos. La suela no se mira, pero cuando por casualidad lo hacemos vemos, de improviso, la cara de lo que esperabamos olvidar.


No podemos escondernos, sabe dónde estamos. Nos sigue, de cerca, nos acecha para saltar justo cuando creimos haberlo superado, y el proceso vuelve a cero.

Hay cosas que prefeririamos olvidar, así como se nos olvida dónde dejamos las llaves de la casa, o el detalle importante que entraba en la prueba.

¿Cuál es la fórmula del olvido? ¿es posible despertar un día sin recordar lo que no es nombrado? ¿será que el esfuerzo de olvidar nos hace recordar más?¿acaso podemos olvidar, aunque en el fondo no queramos?

stress?

El estrés, las prisas, el reloj que no para, todo el mundo corre por la calle...Me acaban de empujar y alguien al pasar casi corriendo me ha dado un codazo, llego a la cafetería y me toca hacer cola, dos hombres se pelean acaloradamente por ver quien iba primero. Vuelvo a la calle, los conductores se pitan unos a otros y discuten desde sus coches y yo me uno a la marabunta de gente que anda por la calle camino al trabajo, es entrar en ella y me pongo nerviosa, alterada, mi cuerpo se acelera y me pongo de mal humor. En el trabajo más prisas, fuera de él más colas, más atascos, más gentío.
Todo el día pendiente de un reloj que manda sobre mi, llego a uno de mis santuarios y la tranquilidad me invade, aunque me resulta difícil desprenderme de ese ritmo frenético al que mi cuerpo esta acostumbrado, y me pregunto...¿Merece la pena realmente todo esto? ¿Es estrictamente necesario?
A veces y por desgracia si es estrictamente necesario porque el mundo en el que vivimos nos obliga en cierto modo: horarios, citas, trabajo... Pero, ¿Que pasa con nuestro tiempo libre? nuestro tiempo libre lo podemos disfrutar a nuestra manera, intentando frenar nuestro ritmo vital, ir más despacio y saborear más cada momento, se trata de disfrutar de todo sin prisas, sin ser esclavos del reloj.
Y todo esto viene porque leí un artículo en el que hablaban de un escritor llamado Junot Díaz que apostaba por un movimiento "slow live" para incentivar el hábito de leer. Algunas de sus palabras:

" la civilización actual necesita recuperar su humanidad para poder retomar el hábito de leer"

"la lectura es algo "muy solitario" que pone al lector en contacto con otro ser humano, otro sistema nervioso y otra imaginación, por lo que así como existe el 'slow food movement', nosotros necesitamos un 'slow life movement'. La lectura es un ritmo muy humano, donde te puedes pasar dos o tres horas manteniendo contacto con otro ser humano".

¿que pensais de esto?

jueves, 30 de octubre de 2008

soy esclavo de la noche...

"Lo maravilloso de la noche es su caos. La noche no está sujeta a normas, ni a horarios, ni a usos sociales. En todas las franjas temporales del día la gente tiene algo que hacer, o que dejar de hacer. Pero la noche es anarquía pura: son horas, una detrás de otra, que nadie ha destinado a nada en concreto, y da la sensación de que fuera interminable, aún cuando se fiscaliza su duración con la ayuda de un reloj. La noche proporciona la libertad que se anhela durante el día, sin establecer límites de ningún tipo. Uno puede emplearla para lo que quiera y por el tiempo que quiera. [...] La noche era puro silencio y esplendor, la serenidad continua en el cosmos interminable y perpetuo. "

Lawrence Durrell






Oh sí, la noche. Cuántos no habrán sido seducidos por su dulzura y su sencillez. Yo mismo, no sé cuántos años llevo viviendo en ella. Quienes trabajamos en ella, y podemos permitirnos el lujo de no ir a clase, sabemos sacarle su jugo. Pero la noche es como una droga, si no se controla puede acabar destruyéndonos. Hoy me siento destruído por la noche, derrotado. Hoy he estado pensando que si no supero a la noche, terminaré trabajando de carcelero en las minas de Kessel. O de barrendero en algún punto de Andalucía.


Se lo cuento, aunque no les interese, pues aún la más profunda de sus indiferencias significa que mis penas retumban en algún lugar, transferidas por kilómetros de cables o satélites en órbita. No tengo ni idea, a decir verdad. Vivo en el lugar de los sueños y el amor. No es mentira: no revelaré con exactitud mi situación pero les aseguro que es objeto de culto y envidia. La ciudad que más pasiones levanta: anhelada desde los más variopintos estratos y condiciones. Partan de esa premisa, porque es cierta y oscurece aún más la negrura de mi relato. Supongo que muchos de ustedes donarían partes de la anatomía de sus madres por vivir aquí.


y sin mas me despido esperando que me hablen de la noche, mi joven y dulce noche...



seguiremos hablando...